Etiquetas: Romance, Realista
Tengo un amigo. Es uno bueno, de esos que quieres tener en tu vida. Me escucha y me aconseja. Es él quien arrima su hombro cuando no puedo aguantar el peso del mundo.
Tengo un amigo. Es uno bueno. Y yo estoy ahí también para él, para lo que necesite. Sé que le hago reír y nos chinchamos como si fuésemos dos hermanos. Le escucho cuando está agobiado con los exámenes o cuando se pelea con alguno de su grupo.
Tengo un amigo. Es uno bueno, pero ha decidido que yo soy la mala de la película, que lo he relegado a un puesto en el que no quería estar. Me ha dicho que no ha aguantado «todas mis mierdas» solo para quedarse con el título de mejor amigo, que él quiere más.
Tengo un amigo que en cada acto de amabilidad, empatía, escondía unas intenciones mayores. Esperaba que yo convirtiera sus abrazos en besos y en revolcones entre las sábanas de su cama.
Me recrimina la tortura a la que le he sometido, que él veía las películas que yo quería solo porque deseaba meter la mano bajo mi falda. Cosa que nunca llegó a hacer porque, según cree, no le di pie a ello.
Tengo un amigo que le ha contado al mundo entero cómo me he negado a algo que parecía predestinado a ser. He soportado insultos por su parte: debo ser muy **** como para no querer un novio; debo ser muy ******** para no querer un rollo de una noche cada sábado.
Mi amigo ha querido poner al mundo contra mí solo porque no comparto su visión de nuestra relación, de sus sentimientos.
Tenía un amigo que se marchó solo porque él quiso, que en vez de afrontar la verdad, prefirió escudarse en una etiqueta. Decidió hacerse la víctima por algo que no controlo.
Tenía un amigo al que quería como amigo, pero ahora sé que estoy mejor sin él.