El reflejo

Etiquetas: Suspense, Terror

Está sentado delante de aquel espejo que ocupa gran parte de la pared. Las palmas de sus manos sienten la fría superficie del mármol. La habitación está en penumbras con la única luz que se filtra por la pequeña ventana.

Él frunce el ceño porque trata de buscarse, pero no se encuentra en el espejo. Solo hay una silla vacía. Una silla en la que él debería estar sentado.

No sabe qué hace allí, ni mucho menos cómo ha llegado. Casi no sabe demasiado bien quién es. De lo que sí está seguro es que los espejos reflejan la realidad y este debe de estar roto.

De repente, un sonido, una puerta abriéndose. Pero en la habitación no se ha movido nada… En el espejo, en cambio, sí.

Él espera hasta que ve aparecer a alguien que reconoce. Ese pelo rubio bien peinado, esos ojos marrones oscuros, casi negros, esa chaqueta verde que ella le regaló…

Es él, él mismo. Pero es falso, porque el de verdad está viendo a su reflejo moverse. Se sienta en la silla vacía. Sabe que algo falla en ese doble, su mirada está cargada de sufrimiento, de un dolor que parece no tener fin.

—Mi nombre es James Howart, tengo treinta años y hoy quiero hacer una confesión. —Su reflejo habla, pero él no está moviendo los labios. ¿Cómo es posible?—. El trece de abril, a las tres de la madrugada, yo, James Howart, maté a mi mujer a sangre fría.

No. Madeline no. Tiene que estar mintiendo, tiene que haber algo más. ¿Por qué tiene esas imágenes grabadas en sus recuerdos? No son suyos, él no ha vivido eso. Sin embargo, las siente tan vivas como si hubiera ocurrido ayer, como si realmente estuviera presente. Es capaz de percibir el olor a tierra mojada, a putrefacción. La textura de la sangre sobre la almohada, los arañazos en los brazos, tratando de resistirse, su fría piel cuando todo había acabado…

—Lo hice porque no había dinero para seguir pagando sus tratamientos, porque empezaba a ser una carga. La asfixié con la almohada y enterré el cadáver en el jardín del hospital. —Por sus palabras, parece que se deshizo de un simple capricho, pero sus lágrimas indicaban lo contrario—. Lo siento. Lo siento muchísimo. Le he arrebatado al mundo un ser hermoso, un ser angelical, lleno de luz.

»Cada día que pasa, su recuerdo me persigue. Nunca estoy solo. Ella nunca me deja. No creo que pueda seguir en este mundo sin encontrar la paz que tanto ansío.

Tiene una pistola en la mano. No. El James de verdad no la tiene. ¿De dónde ha sacado su reflejo ese arma? Se la lleva a la cabeza.

—No dejaré que la culpa me consuma, acabaré conmigo antes de que ella lo haga. Lo siento, Madeline. Nos vemos al otro lado.

Un desagradable sonido. Sangre. Sangre salpicando por todas partes. En los azulejos. En el espejo. En el lavabo. En la silla. En… en sus manos.

Solo era un reflejo, ¿cómo es posible que esté manchado en la realidad? No… No. Está llorando. Alza la mirada y por fin se encuentra en el espejo. ¿Es esa la cara que ha matado a una persona amada? Es odiosa. Siente asco. Mucho asco. ¡Qué despiadado! Deja escapar un grito acompañado de un golpe al espejo. Ni siquiera se inmuta ante aquel ataque, sigue liso, intacto.

Está furioso. Está triste. Solo quiere… solo quiere…

Siente el frío metal en la mano. La pistola. La pistola está ahí. El pulso le tiembla, pero su mente está decidida.

Esos recuerdos, esas horribles imágenes son de un asesino calculador. No las quiere. No quiere volver a verlas. Y sobre todo, no quiere recordarlas, si ni siquiera le pertenecen. Porque sabe que ese cuerpo ha cometido un asesinato, pero su mente nunca lo planeó. Nunca. Él quería a Madeline. Él quiere a Madeline.

—Estas manos no volverá a dañar a nadie nunca más.

El disparo resuena por toda la sala. El silencio que sigue después es aterrador. Las luces se encienden y, de detrás del espejo, los espectadores empiezan a levantarse de sus asientos mientras los policías se encargan de limpiar los restos de James Howart, del asesino que ha tenido en vilo a toda una nación durante días.

Ahora, todos se marchan del lugar en silencio, sabiendo que un criminal más ha conseguido su merecido final.