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Toda persona que se dedica a la escritura quiere ser productiva. Siempre. Con la entrada del nuevo año (voy muy tarde, lo sé), el propósito de escribir todos los días aparece el primero en la lista.
Sin embargo, por mucho que nos duela, no podemos cumplirlo a no ser que seamos Stephen King y vivamos de lo que escribimos (qué ejemplo más usado, pero es él quien dice que hay que escribir y leer entre cuatro y seis horas diarias).
Así que entre la vida laboral (y/o estudiantil), la social y la escritoril, nos vemos en la tesitura de elegir y desechar alguna de nuestras pasiones. ¿Y cómo evito yo que mi cabeza se llene de esos pensamientos negativos que me dicen que soy una vaga?
1. Prioridades. Esto está claro, el trabajo es más importante que escribir, pero ¿y si tengo que elegir entre salir con amigos y escribir? Prioridades, compatriotas. Al igual que para Hermione era peor ser expulsada que morir, nosotros deberemos ver si nos sentará mejor salir o terminar ese capítulo interesantísimo. No ayudo con esto, ¿no? El secreto es no sentirse culpable tras elegir. Principalmente porque hemos decidido nosotros.
2. Descansar también es importante. Has estado toda la semana trabajando y cuando te vas a poner a escribir: ¡no sale nada! Normal. Tu mente merece un respiro. Dáselo. Nos frustra porque ese proyecto te llama y te pide explicaciones. Ignóralo. O no. Piensa en la trama, en los personajes, en escenas que quieras escribir.
Dato vergonzoso: a veces interpreto conversaciones entre mis personajes para ver cómo quedaría esa escena. La verdad que me lo paso de maravilla (soy una intensita).
3. Lleva un registro de lo que escribes. Cuidado con esto, puede ser un arma de doble filo. Hay que saber utilizarlo. Yo uso una tabla que me enseñaron hace ya un tiempo. Se trata de esta (https://thespreadsheetwiz.com/automatic-writing-tracker/). Es un excel donde puedes ir apuntando qué escribes, cuándo y qué cantidad. La tabla hay que renovarla cada vez que se acabe un año natural (recordad descargaros el EU version). La uso con el pensamiento de ver que he escrito algo, de que, aunque no lo parezca, he sido productiva. ¿He escrito media hora nada más? Pero, hey, han sido 700 palabras. Todo bien. He cumplido con la misión.
4. Procrastinar no es lo mismo que descansar. La línea que los separa es muy fina. A veces disfrazamos la procrastinarían de descanso y viceversa. Es importante escucharse y reconocer qué estamos haciendo. ¿No abro el documento por pereza o porque mi mente está muy saturada? No debemos castigarnos cuando estamos descansando ni excusarnos cuando procrastinamos. Aprende a distinguirlo y, cuando lo hagas:
5. Just do it. No me escondo, no sabía el verdadero significado de este famoso eslogan hasta que un youtuber lo explicó en un vídeo.
Es tan sencillo como eso: las tentaciones suelen repetirse en nuestra mente para que caigamos en ella. Imaginemos que estamos paseando y entonces, nos encontramos una tienda de dulces. Sabemos que no podemos comer porque nos hemos limitado a un dulce a la semana y ya lo hemos comido.
Nuestra mente nos va a repetir sin descanso que lo deseamos: «entra y cómpralo», «sabes que quieres», «tengo muchas ganas», «solo recordar el sabor se me hace la boca agua». Así hasta que piquemos en la trampa.
Pero si, simplemente, nos aferramos al pensamiento de «sigue caminando», ignoramos el resto y nos forzamos a movernos, tentación evitada. Solo hazlo, no lo pienses más. Puede parecer difícil, pero es más fácil de lo que nos creemos. Y cada vez será más y más sencillo el solo hacerlo.
6. Deja que la vida se interponga. Tienes vida, trabajo, familia, amigos… Si, el día no cuenta con suficientes horas para hacer todo lo que queremos. Teníamos un hueco para escribir y decidimos quedar con unos amigos que no vemos en un tiempo. Echas la vista al trabajo de la semana y ves que has escrito tres días. ¿Y qué? Está bien. Rompes tu racha, pero te das una alegría. No hay más que hablar.
Estos “consejos” son los que me digo a mí misma para no hundirme en el barro en el que yo me he metido. Poco a poco podemos convivir en esa tierra movediza que es la escritura. A veces estaremos más cómodos. Otras, no, pero tenemos que vivir con ello y hacernos la existencia un poco más sencilla.